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TEME A DIOS

Conocida es por muchos la parábola del juez injusto, propuesta por Jesús según Luc.18:1-8. Conocido es también que muchas personas viven como aquel juez: Sin temor de Dios ni respeto a hombre.
El temor de Dios es lo que aparta a los hombres del mal. Dijo el salmista en oración:

«¿Adonde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos allí estás tú; y si en el abismo hiciere mi estrado, he aquí allí tú estás. Si tomare las alas del alba, y habitare en el extremo de la mar, aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandece tocante a mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día: lo mismo te son las tinieblas que la luz.» Sal.139:7-12.

Dios estableció que todos los humanos muramos una vez y después seamos juzgados (Heb.9:27). Es menester que todos comparezcamos ante el tribunal de Jesucristo (Rom.14:10). Y aun de cada palabra ociosa que hablemos, daremos cuenta en el día del juicio (Mat.12:36).
El que teme a Dios trata de agradarle, no sólo por conveniencia o por temor al castigo, sino porque ama a Dios y se complace en obrar bien, aun en sus acciones más íntimas y particulares. Su propósito es imitar a los ángeles. Es bueno temer a Dios.
El respeto a los hombres, o temor a la opinión de los demás, es lo que hace que la gente cuide su apariencia para no caer en deshonra pública. La justicia humana no es sólo la que está representada en los tribunales para castigar a los delincuentes, sino también la que convierte a cada individuo en juez de los demás; por eso la buena o mala impresión que causamos en otros influye tanto en nuestro éxito o fracaso, ya sea en los negocios como en cualquier otro aspecto de las relaciones humanas. Es bueno respetar a los hombres.
Hay quienes no sólo violan la Ley de Dios y las normas de buenas costumbres, sino que además hacen poco caso de sus propias conciencias; solamente atienden a sus instintos, como los seres irracionales, y ni aun se apenan de ser así.
La persona que tiene temor de Dios es siempre moral. La que se comporta moralmente ante los demás, tiene, si no temor de Dios, por lo menos un poco de vergüenza; pero la que exhibe su inmoralidad, no tiene una cosa ni la otra.
En la escala de la creación, el humano ha sido puesto a la cabeza de las criaturas terrenas, e invitado a la vida celestial. Es lastimoso que tantos, lejos de ascender, se dejan arrastrar a una vida inferior.
Lector, tu eres el responsable de tus hechos, y quien recibirá el pago por los mismos eres tú; escoge, pues, cómo has de vivir. Si degeneras en el vicio y el placer desenfrenado, comenzarás a sentir la recompensa desde antes del juicio final, en tu misma carne. Si te contentas con no ser muy malo, y ser bien visto por los hombres, así será tu recompensa; pero recuerda que la gloria de los hombres es vanidad. Si aspiras a una vida superior, teme a Dios. Considera que la sangre de Jesucristo puede redimirte y que los que fueren tenidos por dignos de aquel siglo, y de la resurrección de los justos, son iguales a los ángeles.

«El fin de todo el discurso oído es éste: teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dos traerá toda obra a juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala.» Ecc.12:13 y 14.

Smay. B. Luis, Bejucal, Cuba, 1970